Este es nuestro tour por Monchique. Estamos en el día 21 de nuestro Tour por el Algarve, y hoy dejaremos atrás la costa oeste y nos dirigiremos al este, hacia las montañas.
Monchique es un pueblo perdido entre las montañas más altas del Algarve. Desde la cima de Fóia hasta los manantiales naturales de Caldas de Monchique, hay mucho que ver y hacer aqui.
Me desperté con un golpe en la puerta, la llamada para el desayuno en Cerro da Fontinha. Aquí, el desayuno se ordena la noche anterior y se entrega en la habitación a la mañana siguiente en el momento que desees. Mis maletas ya estaban hechas, así que una vez que hube terminado de comer, las puse en el coche y partí hacia Monchique. Conduje por la Costa Vicentina una vez más y cuando llegué a Aljezur, tomé la N267 hacia Monchique.
Antes de llegar al centro del pueblo tomé un desvío rápido para visitar el Parque da Mina. El parque ofrece una variedad de actividades, pero la parte más interesante para mí fue la destilería de Medronho, donde me explicaron cómo hacen este fuerte licor que es tan popular en el Algarve.
Después del parque, me dirigí a Caldas de Monchique, una pequeña ciudad conocida por sus manantiales naturales. Adquirí un pase para el circuito termal en el spa y pasé el resto de la mañana haciendo turnos entre la piscina termal y la sauna.
Salí del spa alrededor del mediodía y no podía esperar más para almorzar. Divisé el restaurante Luar da Fóia en un lado del camino hacia Monchique y decidí probar. El restaurante ofrece unas vistas increíbles, con montañas en los alrededores y el mar a lo lejos, en la distancia. Parecía que el pescado ya no era la estrella principal en el menú: todo giraba entorno al cerdo, así que pedí la "Assadura com Migas", un plato de cerdo asado sazonado con aceite de oliva, ajo y cilantro.
Pensaba que las vistas del restaurante era de lo más impresionante, pero me sorprendieron aún más las vistas desde Fóia, la montaña más alta del Algarve. De pie aquí, podía ver la ciudad de Monchique y las enormes colinas que se extendían a lo largo de kilómetros y kilómetros, cubiertas de árboles y flores silvestres.
Después de tomar un par de fotos desde la cima, empecé a conducir camino abajo hacia el centro de Monchique. Grandes árboles de eucalipto se alineaban a cada lado de la carretera, y ocasionalmente se vislumbraban las mismas colinas que había fotografiado desde la cima del monte Fóia. Escondido entre los árboles, vi un antiguo convento en ruinas, que debió haber sido impresionante en su día. Una por una, las casas comenzaron a emerger, y cuando finalmente llegué a Monchique, el oscuro camino de asfalto se convirtió en una serie de estrechas calles adoquinadas que conducían directamente al centro.
Aparqué el coche cerca de la iglesia y di un corto paseo. Mientras deambulaba, encontré una galería de arte llamada Arte Bongard. En el interior se encontraba una fantástica colección de esculturas de cerámica inspiradas en la naturaleza y la vida silvestre del Algarve.
Salí de Monchique a las 17h y conduje hasta la presa de Odelouca, la última parada del día. Cuando llegué, no había nadie a la vista. Estábamos sólo yo, el río y las colinas: un magnífico paisaje todo para mí.
Para la cena, volví al centro de la ciudad y comí en A Charette, uno de los restaurantes más antiguos de Monchique. El vino ya estaba sobre la mesa, y todo lo que tenía que hacer era pedir algo de comida. Le pedí al personal una recomendación y me sugirieron el calamar relleno, que estaba absolutamente delicioso.
En cuanto al hotel, el equipo de Iberian Escapes me reservó una noche en el Monchique Resort & Spa, y tuve la suerte de alojarme en una de las habitaciones con vistas a las montañas.
¡Mi viaje por el Algarve casi ha terminado, solo quedan seis ciudades más! Mañana me dirigiré a la costa este y exploraré Alcoutim.
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