Nuestra ruta por Portugal en coche comienza en la capital. Este itinerario para visitar Lisboa en 3 días te llevará por los barrios de Baixa, Alfama, Príncipe Real, y Belém. Cada uno de ellos tiene su propio encanto y vale la pena tomarse al menos tres días para explorarlos todos. También hemos incluído información sobre los principales puntos de interés turístico, así como los mejores miradores, y sugerencias de restaurantes para que evites las trampas para turistas y disfrutar de la ciudad como un verdadero lugareño.
Desde el momento en el que llegues, quedarás asombrado por los miradores en las colinas, los históricos tranvías amarillos y las coloridas fachadas de azulejos.
Durante un tiempo, Lisboa permaneció como el secreto mejor guardado de Europa, pero ésta ciudad está recibiendo más atención que nunca. Aquellos que tienen la suerte de visitarla, a menudo se debaten entre irse o quedarse, pues es muy sencillo acostumbrarse al estilo de vida portugués.
Síguenos en nuestra visita al centro de Lisboa y al bullicioso barrio de Príncipe Real.
Llegué a la soleada Lisboa a principios de verano. Para una estancia de 3 días reservé una habitación en Memmo Príncipe Real, un lugar conveniente puesto que me permitía desplazarme a cualquier rincón de la ciudad a pie.
Después de comer algo rápido en el bar del hotel, estaba listo para irme a explorar Lisboa.
Empecé mi recorrido por el Miradouro São Pedro de Alcântara, uno de los muchos miradores de las colinas de Lisboa. Desde aquí, pude divisar los otros barrios, y echar un vistazo al castillo de São Jorge en la otra punta de la ciudad.
Al lado del mirador vi el primer tranvía amarillo, si bien se trataba más bien de un funicular, que sólo recorre de arriba abajo la colina conectando Bairro Alto y Restauradores.
Continué caminando en busca del Convento do Carmo, una iglesia gótica en ruinas después del devastador terremoto de 1755, que a pesar de ello, sigue siendo uno de los edificios más llamativos del centro de Lisboa. La iglesia sin tejado también da hogar a un museo arqueológico que muestra una amplia colección de tumbas, cerámicas, y mosaicos.
Enfrente al convento se encuentra la entrada para el Elevador de Santa Justa, un ascensor del siglo XIX que se usaba para transportar a los ciudadanos desde el Distrito Baixa hasta la colina. Aunque tal y como delata su estructura de hierro forjado y sus arcos neogóticos, este nunca fue un ascensor ordinario, por lo que no es una sorpresa que se convirtiese en una atracción turística.
Puesto que bajaba andando la colina, decidí saltarme el ascensor y caminar hacia la plaza del Rossio. Lisboa está llena de plazas con imponentes estatuas, pero ésta en particular es especial por su teatro neoclásico y su impactante estación de tren que la rodea. Y aunque sienta la tentación de mirar hacia arriba para admirar los edificios, también debería tomarse un momento para apreciar los adoquines blancos y negros bajo sus pies, que con su diseño ondulado hacen referencia al pasado náutico del país.
Después de un rato, me fui hacia Casa do Alentejo, una joya escondida en Lisboa que nunca habría descubierto si no fuese por el equipo de Iberian Escapes. Si bien a simple vista parece un edificio ordinario, me sorprendió entrar adentro y encontrarme con su decoración de estilo árabe. Sus arcos y azulejos geométricos me recordaron a un riad de Marruecos.
Saqué algunas fotos y me fui a comer al Restaurante Bastardo. Por el camino, paré a por mi primera ginjinha en Ginjinha Sem Rival. Este bar abre cada día de 8 a 12, por lo que nunca es demasiado temprano para tomar una taza de este delicioso licor de cereza agria.
En Bastardo pedí pulpo, que viene acompañado de boniato y ajo negro, pero a decir verdad, todos los platos tenían una pinta deliciosa. Llegado el momento del postre, no pude resistirme a pedir un trozo de pastel de gasa de chocolate.
Después de la comida, caminé hasta Rua Augusta, una calle animada rodeada de tiendas internacionales y cafeterías al aire libre. Podía ver el arco más adelante, y allí era donde me dirigía.
Subí hasta el Arco da Rua Augusta y una vez más fui recompensado con una vista panorámica de la ciudad, si bien esta vez me encontraba un poco más cerca del río Tajo.
A mis pies podía ver la Praça do Comércio, y la estatua del rey José I irguiéndose justo en su centro. Antes del terremoto de 1755, esta gran plaza era la localización del Palacio Real, por ese motivo los lugareños también la llaman Terreiro do Paço.
Me uní a la multitud junto al río y vimos todos juntos el atardecer antes de dirigirme a Príncipe Real.
Por el camino, me detuve en Vida Portuguesa a comprar algunos souvenirs tradicionales. Esta tienda está llena de productos típicos portugueses como jabones de mano, cerámicas, o comida enlatada, todo envuelto en paquetes de estilo retro.
Después de vagar por la ciudad durante horas, necesitaba descansar en algún sitio. Afortunadamente el hotel está justo enfrente del jardín Príncipe Real, por lo que me acerqué a uno de los quioscos y me pedí un café y un pastel de crema.
Para mi primera noche en Lisboa, quería ver una actuación de fado auténtico. El fado es un género musical portugués que evoca sentimientos de saudade, un sentimiento próximo a la nostalgia y melancolía por algo o alguien. Siguiendo el consejo del equipo de Iberian Escapes, reservé una mesa en la Tasca do Chico. Esta institución de fado ha estado abierta desde 1993, y se encuentra entre los mejores lugares de Lisboa para escuchar fado. No tuve que pagar entrada, tan solo pedir algo de comida y disfrutar del espectáculo de manera gratuita.
Viajar a Portugal y no escuchar fado resulta imperdonable, y precisamente por eso es muy fácil que te timen en alguno de los espectáculos.
Para ver fado del bueno en Lisboa te sugerimos que vayas a tascas con Fado Vadio, fado cantado por amateurs. Por lo general no necesitas pagar entrada y tan solo tienes que pedir una bebida o algún plato, mientras esperas a que empiece la actuación.
Te recomendamos que reserves una mesa en Tasca do Chico en Bairro Alto. Otra opción es unirse al espectáculo de Real Fado. Se trata de un proyecto asentado en Lisboa que acoge actuaciones de fado en todo tipo de lugares únicos por Príncipe Real, incluyendo bares de cocktails, una cisterna subterránea, y un centro comercial. Los espectáculos empiezan a las 7 de la tarde.
A donde quiera que vayas, ¡recuerda estar en silencio durante el espectáculo!
Es fácil perderse en Alfama, el casco antiguo de Lisboa. Este barrio tradicional es un laberinto de calles estrechas, repletas de edificios coloridos, iglesias históricas, e incontables restaurantes de fado.
Alfama se extiende desde las orillas del Tajo al castillo de São Jorge, y sus miradores ofrecen las mejores vistas de Lisboa.
Si te estás preguntando qué hacer en Alfama, nosotros te llevaremos a los lugares más atractivos y te mostraremos dónde comer deliciosa comida portuguesa.
Para mi segundo día en Lisboa me dirigí a Alfama, el barrio más antiguo de la ciudad. Caminé detrás del tranvía 28, siguiendo sus raíles hasta encontrar la Sé de Lisboa.
A simple vista la catedral parece un castillo con torres a ambos lados. Si bien fue construida en el siglo XII fue modificada varias veces a lo largo de los años, dando como resultado una mezcla de estilos arquitectónicos.
Después de visitar la iglesia, seguí caminando colina arriba hacia el Miradouro de Santa Luzia. Por todo el mirador había azulejos blancos y azules, pero fue el árbol rosa de las buganvillas lo que me llamó la atención. Me detuve un rato debajo de él para admirar las vistas que ofrece ese punto de Alfama y el río Tajo.
Un poco más arriba encontré otro mirador llamado Miradouro das Portas do Sol. Este ofrece unas vistas incluso mejores de la ciudad, y pude ver unos cuantos monumentos entre el mar de tejados de terracota. Desde aquí bajé las escaleras hasta el corazón de Alfama. Caminando por sus sinuosos callejones vi a unas ancianas espiando desde sus ventanas, y pasé por varios restaurantes que ofrecían actuaciones de fado.
Cuando llegué a Rua dos Remédios, giré a la derecha para dirigirme a la Taberna do Sal Grosso, donde tenía una reserva para comer. Este restaurante es pequeño, y probablemente nunca me habría fijado en él si no fuese por el cartel de fuera. Al principio no estaba seguro de qué pedir, por lo que seguí la recomendación de los empleados y me decanté por el rabo de toro.
Justo unos minutos a pié del restaurante vi la cúpula del Panteón Nacional. Este monumento de Lisboa es el sepulcro de muchas figuras históricas del país como la cantante de fado Amália Rodrigues.
El interior del edificio es tan impresionante como el exterior, con suelos de mármol y esculturas blancas que adornan las paredes. No obstante, lo que más llama la atención del panteón es la terraza panorámica en la planta superior.
Era sábado por la tarde por lo que había mercadillo. Desde la terraza pude ver los pequeños puestos vendiendo todo tipo de productos, desde ropa de segunda mano hasta suvenires locales.
Después de visitar el Panteón me dirigí al castillo, donde fui recibido por un amistoso grupo de pavos reales. Parecían ser tan conocidos por aquí, como las vistas de la ciudad. Antes de convertirse en un monumento nacional, el castillo tuvo muchas funciones, desde la residencia de la realeza hasta un cuartel militar. Incluso antes de eso, esta colina fue el sitio de fortificaciones pertenecientes a los romanos y a los árabes.
Una vez terminada la visita al castillo, me dirigí a Miradouro da Graça a ver la puesta de sol. Desde este mirador pude capturar el castillo y el río en un mismo marco.
No tuve que caminar mucho para cenar, ya que me fui a Taberna do Mar. Este restaurante sirve mayoritariamente marisco, por lo que pedí sopa de caballa y nigiri de sardina acompañado de una botella de cerveza artesana local.
Estaba tan cansado de toda la caminata que me pegué, que decidí coger un taxi de vuelta al hotel.
Puntos de referencia históricos, museos icónicos, y pasteles deliciosos; lo encontrarás todo en Belém.
En el pasado este era el lugar de partida de los navegantes portugueses como Vasco da Gama, que se embarcaban desde aquí hacia el mundo desconocido. Hoy en día Belém es una mezcla entre lo viejo y lo nuevo. Un lugar donde la historia convive con edificios innovadores como el MAAT, el museo más reciente de Lisboa. Puesto que hay muchas cosas que ver en Belém, sugerimos al menos un día para explorar el barrio.
Como quería sacar el máximo provecho a mi día en Belém me levanté temprano y caminé hasta la estación de tren justo después de desayunar. Lleva un rato llegar hasta Cais do Sodré, pero el tren es línea directa hasta Belém.
Con tantos monumentos a la vista, es difícil escoger por dónde empezar. Afortunadamente, el equipo de Iberian Escapes me ofreció un itinerario para no perderme nada.
Primero visité el Padrão dos Descobrimentos. Este monumento conmemora la Era de los Descubrimientos portuguesa, y de ahí su forma de carabela. Cada lado incluye una escultura de exploradores portugueses destacados con el Príncipe Enrique el Navegante a la delantera. Eché un vistazo rápido a la exposición del interior y luego subí hasta la terraza. Desde allí pude ver otro de los monumentos de mi itinerario, pero también la imponente calle empedrada bajo mis pies.
Posteriormente me dirigí a la Torre de Belém, uno de los lugares más famosos de Lisboa. Construida en el siglo XVI, fue primero una fortaleza y luego un puerto. Fue desde aquí que los navegantes portugueses partieron a explorar el mundo, trayendo consigo ingredientes exóticos de lugares como China e India.
La visita a la torre despertó el hambre en mí, por lo que caminé por el paseo marítimo hasta llegar a Darwin's Café. Aunque pertenece al centro de investigación biomédica de la Fundación Champalimaud, la cafetería está abierta al público. Al entrar, fui inmediatamente cautivado por la decoración, sus lámparas naranjas y sus pinturas de mariposas en la sala. Para comer decidí pedir el filete de bacalao como plato principal y la creme brûlée de postre.
Después de comer visitamos el Mosteiro dos Jerónimos, Patrimonio de la Humanidad también construido en la Era de los Descubrimientos. El monasterio guarda las tumbas de Vasco de Gama y Luís Camões, el poeta más famoso de Portugal. Fue precisamente Vasco Gama quien ayudó a financiar la construcción del monasterio con bienes de valor que traía de sus viajes a India. El resultado fue un edificio extravagante con hermosos tallados en piedra de temas náuticos o religiosos. Si bien el monasterio es impresionante, los jardines de enfrente también valen la pena, con sus grandes fuentes, sus bancos de piedra, y sus árboles bien cuidados.
Tenía ganas de probar los famosos pasteles de crema de Belém, por lo que me dirigí a la Antiga Confeitaria de Belém. En vez de esperar en la cola, entré y me senté en una habitación cubierta de azulejos portugueses. En pocos minutos el camarero me trajo un pastel de belém y un café. Si bien había probado pasteles de crema antes, este era diferente; más cremoso y recién salido del horno. La receta de estos deliciosos pasteles fue creada por los monjes de la zona en 1837. Cuando el monasterio cerró, los monjes la compartieron con una familia que abrió esta pastelería. Hoy en día tanto los lugareños de los alrededores como los turistas vienen a Belém para probar estos pasteles.
La última parada de este recorrido era el MAAT, el museo más reciente de Lisboa. Era uno de los primeros edificios que vi cuando nos acercamos a Belém, puesto que su estructura moderna destaca de todas las demás. Fue diseñado por la arquitecta británica Amanda Levete, y presenta exposiciones que combinan arte y tecnología. No obstante el punto culminante de mi visita fue subir al tejado y disfrutar de las vistas del río Tajo y el puente 25 de Abril.
Cogí el tren de vuelta a Cais do Sodré y cené en Sala de Corte. Si buscas la mejor carne de Lisboa, la encontrarás aquí. Empecé con un pica-pau, que son unas tiras de lomo con salsa de mostaza, y después seguí con la picaña, uno de los muchos cortes de ternera disponibles en la carta.
Para finalizar este itinerario de 3 días por Lisboa, después de cenar busqué un local para disfrutar de un cóctel. Me fui a Foxtrot, uno de los bares más antiguos de Lisboa que se encuentra cerca del Príncipe Real. Por dentro recuerda al típico pub inglés, con luz tenue y elementos de Art Deco. Todos los cócteles de la casa hacen referencia a Lisboa, desde el fado hasta el tranvía 28. Inspirado por mi viaje a Lisboa me pedí un Mosteiro dos Jerónimos, una mezcla entre ginebra, ron, licor amaretto, zumo de limón y nuez moscada.
El mejor lugar para probar los pasteles de crema de Lisboa es Belém. Estos deliciosos pasteles son un símbolo de la cocina portuguesa. La mayoría de las cafeterías de la ciudad los sirven, pero la Antiga Confeitaria de Belém hace los mejores. Puedes comprar paquetes para llevar, y si hay sitio puedes sentarte dentro para disfrutar de tu pastel con una taza de café.
Cómo llegar a Belém:
Hay varias formas de llegar a Belém desde el centro de la ciudad:
Billetes: la mejor forma de moverse por Lisboa es consiguiendo la tarjeta Zapping y cargarla con algo de dinero. Con esta tarjeta, los buses te costarán 1,90€ y los tranvías 1,35€.
Si es tu primera vez en Lisboa te sugerimos que te quedes en el centro. Nuestros barrios favoritos son el área de Baixa y Príncipe Real. Ambos están cerca de todas las atracciones turísticas por lo que puedes desplazarte caminando.
En cuanto a hoteles, te recomendamos quedarte en Memmo Príncipe Real u hotel Valverde. El primero se encuentra en Príncipe Real y ofrece una vista impresionante de la ciudad. Valverde, por otro lado, está en Avenida da Liberdade y cuenta con un encantador patio con piscina.